
Yo pensaba que podría escribir textos con esa gracia ingeniosa que algunos blogotas plasman por ahí. Es increíble lo ilusos que somos algunos seres humanos. Vamos, es que ni por el forro. Lo cierto es que se me ocurren muchas cosas que contar, pero casi todas para expresar mi furia hacia ciertos especímenes con los cuales comparto vagón, escaleras, ascensor, mesa, butaca, fila, etc...
Intento "de veras" llegar a Cuzco en paz interior, pero no puedo evitarlo, la cara de Michael Douglas se aparece en mi cabeza en diversas situaciones. Hay momentos en los que antes de responder verbalmente a algún individuo, escucho ese click en mi cabeza, el click de la escopeta de Michael en "Un día de furia". Sí, lo tengo que reconocer. Por eso quería hacerle un homenaje. (Ahora es cuando algunos me dirían "Je-sús, qué mal carácter tienes". Pero de eso nada, y quien esté limpio que tire la primera piedra. Porque lo que es yo, tengo muy buen carácter; vamos, fuera de la zona laboral, Blancanieves a mi lado es un lobo feroz.)
Puede que necesite un curso de "zen + yoga + pilates", pero lo cierto es que después de visualizar a Michael, el pensamiento siguiente es una casa en la montaña o cerca del mar, fabricando mermelada de frambuesa en tarros de esos con tapa de cuadritos. Es un pensamiento que se acentúa la mayoría de los días en cuanto entro en la oficina y veo a todo el mundo correteando alrededor del ordenador, del jefe o de la cafetera. De repente me codifico, como el antiguo Canal +. Y no entiendo nada. Pero siempre hay alguien que se encarga de darme un manotazo, como a un televisor, y entonces vuelvo a funcionar, desaparece Michael, la casa en la montaña, y vuelvo a ver lo "sensacional" y "fantástico" que es formar parte de los cinco millones de habitantes de la urbe.